Esta semana hemos comido los primeros guisantes del huerto, tiernos y dulces.
Los sembré a mediados de noviembre y, a diferencia del año pasado, no han tenido plagas de ningún tipo. No consigo deducir la causa. Las semillas son las mismas, el lugar, la época… el único factor que veo distinto es el clima (este invierno está siendo más frío y húmedo que el anterior).
Cuando las plantas se sequen, esta vez no las arrancaré, las cortaré a ran de tierra. Como todas las leguminosas, las guisanteras producen nitratos en los nódulos de sus raíces y, como no sé es si el preciado nitrógeno queda fijado en la tierra o en la raíz, por si acaso, dejaré las raices en la tierra. Así quedará la tierra abonadita para los próximos inquilinos del huerto: los tomates y los pimientos, siempre tan ávidos ellos de nitrógeno.
Aquí os dejo una muestra de la esperada, sorprendente y mágica transformación. Y un apunte, las flores del guisante se denominan “papilionáceas”, viendo la foto opino que se trata de un nombre especialmente acertado. (papilionáceo: que tiene forma de mariposa).