Ahora es lechuga pero, en todas las hortalizas que no siembro directamente, el proceso de trasplante es el mismo:
1. Adecento el lugar elegido en el huerto: quito restos de hierbas o de cultivos anteriores, remuevo la tierra, añado compost, riego bien y hago agujeros con el dedo donde quiero colocar un nuevo vecino.
2. Riego bien la maceta de plantel (sembrado semanas antes con el procedimiento habitual). Cuando la tierra está bien empapada, giro el tiesto y dejo caer su contenido con cuidado en mi mano. Llevo la/s plantita/s inmediatamente a su agujero, procurando no tocar raíces ni dejarlas descubiertas durante más tiempo del necesario. Cuando hay varias plantas y están demasiado unidas, no me arriesgo, las trasplanto juntas y pasados unos días elimino las + débiles cortándolas con unas tijeras.
3. Una vez colocada cada plantita en su agujero, presiono la tierra a su alrededor, con mucho mimo. Riego y mantengo la planta tapada con un envase plástico transparente durante unos días (sí, cutre, pero eficaz, una botella de coca-cola es un invernadero portátil y muy manejable), para que no le falte humedad hasta que disponga de buenas raíces. Veo que se ha adaptado si se mantiene erguida, o incluso quizás ha crecido, y entonces le quito el invernadero de encima.
En el caso de las lechugas, cada vez que trasplanto, siembro nuevo plantel, y así pronto tendré el huerto lleno de ejemplares de diferentes edades. Espero que a partir de la primera cosecha esto sea un no parar de recolectar hasta primavera…
Lo que está claro es que tanto las lechugas y como sus vecinos en esta época (espinacas, canónigos, rúcula…) exigen agua. Esta importante revelación se la debo a mis fracasos y a este video: