Por fin, ya está, ya llevo las sandalias y camisetas de manga corta. Ya he guardado la chaqueta y las botas, para mí éste es un hito importante cada año, un punto de inflexión, marca un antes y un después. Y le tenía unas ganas…
Sí, ya sé, ya te oigo: “hasta el cuarenta de mayo… “, pero entiéndelo, no podía aguantar ni un día más, esperaba este momento desde hace mucho.
Ya empecé a impacientarme cuando las tortugas salieron de su reposo para anunciarme que el buen tiempo se había puesto en camino. Desde entonces el sol ha estado yendo y viniendo, esperando paciente a que marcharan definitivamente las lluvias.
Ahora por fin ha vuelto para quedarse, lo sé seguro porque esta vez han sido las hormigas las que han salido para avisarme, y ellas nunca me fallan.
Mis amigas las hormigas. Hay gente que se desespera con ellas, no entiendo porque, como si su pulcritud quedara en entredicho cuando ellas aparecen. Supongo que no saben que es al revés: cuando hay hormigas ya no hay que preocuparse tanto por la limpieza: a la menor migaja, ellas se encargan.
A mi me parecen reconfortantes, se toman la molestia de llegar hasta mi casa (¡¡un doceavo piso!!) para recordarme que comparto el planeta con otras especies. Y les agradezco el recordatorio, a veces la locura del día a día hace que pierda el norte de vista.