La pasada primavera me animé tanto sembrando tomateras que no me quedó espacio para los pimientos.
A mediados de septiembre conseguí un hueco y sembré directamente allí las semillas de pimiento. Sabía que era tarde, pero el otoño en Barcelona es muy suave, además, necesitaba experimentar como evolucionaban.
(Sí, ya lo sé, si lo hubiera previsto, podría haber sembrado tres semanas antes en semillero y hubiera ganado tiempo. Pero no se me ocurrió.)
Despuntaron a los 10 días, apretados y decididos.
Para que tuvieran espacio suficiente para desarrollarse, eliminé unos cuantos (tranquilos, no los asesiné, los trasplanté en tiestos para amigos y familiares). A los 40 días de la siembra, llegaron las primeras flores.
Hoy, a los 50 días de la siembra, las flores han decidido iniciar su transformación. Me maravilla tanto este proceso…
pero, ¡oh! ¡Sorpresa! No son pimientos, son guindillas, ¡equivoqué las semillas!